Nuestra espiritualidad misionera es esencialmente:

Eucarística, ofreciéndonos con Cristo en su Sacrificio, hasta convertir nuestra vida en una verdadera eucaristía.

 

Litúrgica, por ser don de Cristo a su Iglesia y “lugar” privilegiado para comprender y vivir la verdadera oración. Por eso nos dejamos formar en ella y por ella, como fuente de santidad.

 

Mariana, la Virgen ocupa un lugar preeminente, necesario e inexcusable en nuestra vocación. Se recoge en nuestro lema. Ella es modelo de nuestra vida de fe y de intimidad con Dios.

 

Apostólica, siendo contemplativas en la acción. Entendemos que: “Contemplación y acción, lejos de oponerse se exigen, se sostienen y se fortalecen mutuamente”.

 

El sacerdocio y victimación de Jesucristo constituye el fundamento y eje de nuestra vida, penetrando nuestra consagración y nuestro vivir diario. Hagamos lo que hagamos, hemos de estar viviendo esta dimensión sacerdotal y victimal.

Virgen
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