Don Sebastián Carrasco Jiménez
3 de diciembre de 1888 - 3 de septiembre de 1977
Además de haber sido párroco de varias Parroquias en Málaga, fue Vicario Arcipreste y párroco del Sagrado Corazón de Jesús en Melilla, Vicario de Religiosas, Vicario General de la Diócesis de Málaga y Prelado Doméstico.
Sus abundantes cartas y escritos alimentan espiritualmente el carisma y la vida de sus hijas las MCS.
- “Seamos principio de unión y caridad en todas partes” (P. Sebastián)
- “Quien renuncia al esfuerzo diario, no quiere de verdad ser santo» (P. Sebastián)
- “No desperdiciar ocasión de hacer bien a las almas que Dios nos pone delante para que logremos su salvación” (P. Sebastián)
El P. Sebastián fue un enamorado del Sacerdocio de Cristo, el hecho de que Dios lo hubiera llamado desde muy niño a ser sacerdote marcó tan hondo su alma que jamás se “acostumbró” a convivir con su sacerdocio ministerial.
Según el P. Sebastián, el amor a Cristo, a María y a las almas sólo se resuelve con el sacerdote santo. Y este amor fue el que le inspiró la fundación de una Obra que había alimentado en su corazón durante más de cuarenta años.
Enamorado de su sacerdocio, cada día lo “estrenaba” y supo mantener a pulso el asombro de haber sido elegido por el Señor a lo largo de sus fecundos 66 años de ministerio pastoral.
El amor al sacerdocio lo llevó a implantar la Obra del Fomento de Vocaciones Eclesiásticas en todas las parroquias por las que pasaba.
Su preocupación por el sacerdote la comparte con su santo amigo, Don Manuel González.
CARRASCO JIMÉNEZ, Sebastián. Ubrique (Cádiz) 3.XII.1888 – Málaga 3.IX.1977.
Deán de S.I.C., Vicario General de Málaga y Fundador de la Congregación religiosa “Misioneras de Cristo Sacerdote”.
Nació en el seno de una familia católica y piadosa en la que nacieron tres hijos, siendo D. Sebastián el menor de ellos. Ingresó en el Seminario de Málaga (a cuya diócesis pertenecía entonces Ubrique) el 30.IX.1900. Cursó en este Centro sus estudios eclesiásticos y obtuvo las máximas calificaciones.
Recibió las órdenes sagradas el 23.XII.1911. Durante los primeros doce años de sacerdocio, desempeñó sucesivamente los cargos de Coadjutor y Cura Regente de Monda; Párroco Arcipreste de la de Colmenar; Ecónomo de la de Zafarraya; Ecónomo de San Patricio de la ciudad de Málaga –que entonces era una humilde y necesitada barriada– en la cual “Don Sebastián” realizó una gran labor. En agosto de 1923 fue destinado a Vélez-Málaga donde fue Ecónomo y Arcipreste hasta 1929 en que fue nombrado Ecónomo (y posteriormente Párroco) de la del Sagrado Corazón de Melilla, única parroquia por entonces en aquella plaza, y Vicario Eclesiástico de las distintas plazas de África. En 1947 Su Santidad el Papa se dignó conferirle la dignidad de Chantre de la S.I.C. de Málaga. Un año después Mons. Herrera Oria lo nombró Vicario General y Delegado Diocesano de Acción Católica, Consiliario de la Junta Diocesana de A.C. y Consejero Diocesano de Administración. Dos años más tarde fue nombrado Deán de la S.I.C. y, posteriormente, Prelado Doméstico de Su Santidad, título que recibió de manos del entonces Cardenal Herrera Oria. Fue también capellán de la iglesia del Santo Cristo donde inició la adoración diurna al Santísimo, Consejero de Disciplina del Seminario, Visitador General de Religiosas, Presidente del Tribunal de Oposiciones a Canonjía y miembro del Consejo de Administración del Seminario Diocesano.
Hombre de oración y de gran amor a la Virgen, impulsó ambas cosas en todas las parroquias por las que pasaba, sobre todo con su ejemplo. Durante su permanencia en la parroquia de Colmenar fundó una sección del Apostolado de la Oración con más de trescientos miembros, aparte de otras cofradías. En Vélez-Málaga, y de acuerdo con su Prelado el santo obispo D. Manuel González, organizó en su casa “El Presbiterio”, primera residencia sacerdotal de la diócesis. Dirigidos por D. Sebastián, los sacerdotes recién ordenados hacían vida en común y atendían y gobernaban las parroquias limítrofes extendiendo su acción pastoral a poblados y cortijadas; tenían su propia revista con el mismo nombre. También D. Sebastián consiguió reedificar el Santuario de la Virgen de los Remedios, patrona de la ciudad, y restableció la Hermandad que había sido fundada en 1645. Fundó comedores populares para los necesitados y logró establecer una casa para ancianos. Devoto del Corazón de Jesús, proyectó una carretera con una explanada y puso su imagen de piedra sobre un pedestal. Publicó una novena en honor de la Patrona y puso en funcionamiento la hoja parroquial mensual.
Cuando D. Sebastián llegó a Melilla, se encontró una ciudad conflictiva: por un lado, era entonces zona militar con destacamentos de fuerzas de los distintos Cuerpos, debido a las continuas fricciones con Marruecos; y, por otro lado, la población estaba dividida por las tres religiones monoteístas (judíos, musulmanes y cristianos). D. Sebastián, con su don de gentes y su prudencia, logró una convivencia apacible y respetuosa y desarrolló un amplio apostolado. Para una mejor atención a los católicos consiguió la creación de dos nuevas parroquias, desmembradas de la suya; también logró que se establecieran en la ciudad varios institutos religiosos dedicados a la enseñanza; fundó escuelas parroquiales, Cofradías y Hermandades; y con el reparto de ropas y pan, puede decirse que fue el precursor de Cáritas. Con su labor espiritual hizo surgir un hermoso plantel de vocaciones sacerdotales y religiosas (masculinas y femeninas).
Melilla llegó a ser con D. Sebastián, como una gran familia a pesar de haber estallado la guerra civil española de 1936-1939. Muchas obras de caridad se llevaron a cabo durante este período de tiempo. Una de ellas fue el poder acoger en su casa, durante un tiempo más o menos largo, a muchos sacerdotes –sobre todo catalanes– que cruzaban la frontera después de muchas penalidades, tratando de salvar su vida. Uno de ellos fue D. Balbino Santos y Olivera, futuro Obispo de Málaga y Arzobispo de Granada.
Cuando D. Sebastián dejó Melilla al ser nombrado Vicario General de la diócesis, sus numerosos amigos –entre los que se contaban muchos judíos y musulmanes– le hicieron un sentido homenaje y quisieron dejar constancia de su sentir mandando repujar en cuero su nombre con el apelativo de “pastor bonus”.
Mons. Sebastián Carrasco a lo largo de su dilatada vida de casi noventa años, dejó tras de sí una estela de admirables virtudes que desde sus años jóvenes moldearon su vida y le hicieron merecer por su virtud, celo y prudencia el aprecio de cuantos le trataron y la confianza de sus Prelados, quienes le encomendaron cargos y misiones a veces gravísimas y delicadas. En cada tarea que desempeñó, mostraba una singular prudencia y una ejemplar afabilidad en sus relaciones con todos –de un modo especial los sacerdotes– que le valió el cariño y el respeto de cuantos acudieron a él en demanda de consejo y ayuda espiritual y material. “Don Sebastián” tuvo además, una particular clarividencia para conocer el interior de las almas y un especial acierto para orientarlas hacia Dios. La vida religiosa femenina encontró en él un fuerte apoyo pues su amor a Jesucristo, a la Virgen y a las almas, “contagiaba”.
Su amor al sacerdocio lo llevó a implantar la Obra del Fomento de Vocaciones Eclesiásticas en todas las parroquias por las que pasaba; al mismo tiempo, también formaba grupos de mujeres consagradas al apostolado parroquial que no estorbasen al sacerdote sino que fuesen “como valla que los defendiese”.
Este amor fue el que le inspiró –en Melilla– crear una asociación de espíritu sacerdotal. Este grupo tomó otros derroteros distintos del espíritu inicial, y, después de múltiples vicisitudes, pudo fundar junto con la sierva de Dios María Dolores Segarra
Gestoso, la Pía Unión de Misioneras de Cristo Sacerdote cuyo lema es: “CUM CHRISTO PER MARIAM SANCTIFICO ME PRO EIS”. Esta Pía Unión fue aprobada por Mons. Álvarez Lara, Obispo de Guadix-Baza el 4.X.1957 y erigida canónicamente en Madrid como Congregación de Derecho Diocesano, por el Arzobispo Mons. Casimiro Morcillo, el 25.VII.1969.
El carisma propio de la Congregación –que quiere vivir y dar a conocer el sacerdocio regio de los bautizados– se fundamenta en el Sacerdocio de Cristo con dos modalidades: una mística y otra apostólica. La vertiente mística, se orienta a contemplar a Cristo bajo el aspecto de Sacerdote y Víctima a la vez. La vertiente apostólica mira hacia los hombres que participan del Sacerdocio de Cristo por el sacramento del Orden, y tiende a colaborar con ellos en la salvación de las almas.